El Arroyo juguetea con un Cádiz menor

hoysport
Ahogado en el Arroyo. Perdonen, ese tópico es demasiado blando. Se queda corto. Ahogado en su miseria, naufragio absoluto, hundido, buceando en aguas abisales y con la sensación, temible para la afición del Cádiz, de que su equipo no ha tocado fondo. Que viene lo peor. Lo contrario que el Arroyo, que ayer fue muy superior al conjunto andaluz, con el que jugueteó para derrotarlo por un contundente 2 a 5. Ibán Espadas, con su trabajo de presión a la salida del Cádiz, lideró la goleada de un grupo serio, ambicioso y con una puntería que le ha llevado a la tercera plaza del grupo IV. Un sueño para la pequeña localidad cacereña de Arroyo de la Luz, que estuvo representada en la Tacita de Plata por sus trece guerreros y por una nutrida presencia de aficionados.

Como la alegría va por barrios, mientras el sueño del Arroyo se alimenta con cada victoria, paso a paso, en Cádiz, donde quedó malherida su última víctima, este domingo se escribía una de las páginas más vergonzantes y ridículas de la historia de este club, forjado a base de desgracias y también de bonitas historias. El Cádiz es un histórico y tropiezos como el de ayer los digiere con dificultad, más si quien se los provoca es el equipo modesto de una humildísima entidad, recién llegada de Tercera y representante de 6.500 habitantes. Ese ‘pequeño’ enemigo le plantó un sopapo de los que te dejan marcados los cinco dedos. Cinco goles, un castigo merecido por lo visto en el Ramón de Carranza. Ayer, el Arroyo fue mejor de principio a fin. Ibán Espadas, el primero en la presión, también fue el primero en marcar, en el minuto 5, una ventaja que aclaró el camino a los extremeños y empezó a ’embarrar’ el de los gaditanos.

Y es que este Cádiz no aprende. Se inmola en cuanto puede. En una tarde de perros, que desde el principio avisaba tormenta, el esfuerzo del aficionado se recompensaba con un arranque desalentador. El encuentro se tiraba a la basura desde la salida de los vestuarios. En solo cinco minutos, los amarillos daban la razón a quienes les critican que no dan dos pases seguidos, y para colmo abrían su puerta para alojar el gol del Arroyo. Esa portería que hace ocho años parecía enana para Ibán Espadas se hacía inmensa para que el ariete, a la ‘remanguillé’ y con ayuda de Albentosa, rematase un centro desde la autopista derecha que había dejado Moke libre, sin peaje.
Los nubarrones se cernían sobre Carranza y no solo en el cielo. Pronto comenzaba el concierto de pitos, y es que la partitura obligaba. El conjunto gaditano era un guiñapo en manos del modestísimo equipo extremeño. Las ocasiones se sucedían para el bando visitante, crecido en la inmensidad del coliseo gaditano. Aulestia despejaba en un efectivo estiramiento un nuevo disparo desde la frontal, donde mandaban los arlequinados.

Desorientado, en otro lugar, en otra dimensión, dormitaba el Cádiz a la espera de que la máquina comenzara a carburar. Poco antes de la media hora, por inercia más que por juego, los de Monteagudo se acercaban con timidez a los dominios de Saavedra. Viyuela y Villar probaban desde lejos, y Adri Gallardo obligaba a sudar al meta extremeño. En el córner, los locales obtenían fruto no de la estrategia, sino de la fortuna. Un balón suelto lo enganchaba Fall con la derecha y entre bote y bote el esférico dormía en la red.

Con algo de empuje, con un golpe de suerte, el Cádiz recuperaba terreno para afrontar de nuevo el combate en igualdad. Falsas esperanzas. La inconsistencia de este castillo de naipes es tal que un simple soplido desmonta la ilusión. Al instante siguiente, un pase corriente de Buades se convertía en asistencia gracias a un morrocotudo error de Aitor Núñez. Carlitos hacía el resto, con un magnífico quiebro en el área y batiendo por bajo a Aulestia. Y para rematar la faena, Fall picaba el anzuelo de Buades, perro viejo, y se marchaba a la ducha por agresión. Se quitaba del cartel como torero malo con más de media corrida por delante y un miura desbocado.

Roja directa, roja como las alarmas que se encendían en el club amarillo. La segunda parte arrancaba sin movimiento de banquillo pero sí cambios de posicionamiento sobre el terreno. Moke asumía el papel de Fall en el medio, con Aitor Núñez por la banda izquierda y Villar de lateral derecho. Recomposición. ¿para qué? Para que a los tres minutos de la reanudación, Chirri cabeceara sin oposición una falta lateral y pusiera al Cádiz en el patíbulo, con la cabeza bajo la guillotina. El remate del extremo arroyano resbalaba entre las manos de mantequilla de Aulestia, irreconocible y a la altura de sus compañeros. De aquí al final, amargura y desolación. Un equipo roto, un títere en manos del Arroyo. El cuarto podía ser anecdótico si enfrente no estuviera el Cádiz, aunque de su grandeza solo van quedando despojos. El agua añadía tintes fúnebres al velatorio. Al 2-4 de Moke, de un cabezazo tan inapelable como inútil, contestaba el Arroyo con el 2-5. Como durante toda la tarde.

‘Chirigota, chirigota’. Las gradas pasaban de la indignación al cachondeo. Y eso, en Cádiz, es un paso más en el cabreo. Es la antesala de la evasión. Mientras, en Arroyo la leyenda se agranda. Ya es tercero y la categoría de bronce, de momento, habla con su acento extremeño.
Next Post

Los errores vuelven a hundir al Villanovense

El cuadro serón deja escapar una victoria en el tiempo de descuento de un partido que iba ganando por la mínima desde el minuto 14   El Villanovense volvió a defraudar. Para una vez en mucho tiempo que comienza un partido ganando en el Romero Cuerda, pierde el triunfo en […]